Aunque en el siglo XVIII este cenobio de la Sierra Norte aún conservaba cierto poderío (según el Catastro del Marqués de la Ensenada, año 1.753, la dehesa tenía 750 fanegas de robles, brezos y encinas), su estatus declinó. Ya solo vivía aquí en el canónigo de la Real Casa de Santuy, poco antes de su venta a aprticulares (1.780).
El Diccionario Miñano (año 1.829), en su tomo XI detalla que “en medio de una dehesa grande de pastos y montes se haya un palacio de Santuy, muy antiguo que conserva un sepulcro muy antiguo en una sala baja tiene, tiene claustros con letreros ilegibles e iglesia con espadaña. Y campanas. No se conserva memoria de su fundación ni de su origen, se cree de templarios …”
En la Comisión de Monumentos de 1.843 se dice que “en el pueblo de Bocigano, aparece mencionado como Palacio de Santuy, como de origen templario y con una capilla en la que está enterrado un rey, que se dice que es el rey Don Sancho”, según nos informa el historiador D. Aurelio López (gracias amigo).
A partir de esta fecha solo hemos hallado este dato: el juzgado nº 20 de Madrid instruyó el sumario 339/1934 contra el vidriero de Bocígano, Anastasio Rodriguez, por tenencia ilícita de armas. Quizás merezca la pena seguir buscando para rematar la historia de este monasterio que alcanzó su esplendor en tiempos del Cardenal Cisneros y a lo largo del siglo XVII.
De momento nos quedamos con lo que escribe D. Antonio Herrera Casado “al parecer allí se instaló una fábrica de cristales, que también desapareció, y en la Guerra Civil sirvió de asiento a las tropas de la República. Después fue comprado por la familia Yagüe, que lo tiene hasta hoy, manteniendo un amplio edificio”
Lar-ami