Debe ser que me voy haciendo mayor… pero cada día me fijo más en los detalles. Sobre todo cuando camino por sendas que he recorrido muchas veces. Quizás porque es una forma de encontrar nuevas sensaciones.
Ahora al final del otoño, los robledales presentan una imagen espectacular. Aun conservan los amarillos y parte de sus hojas, pero los suelos ya están alfombrados con ellas.
Troncos y ramas se hacen más visibles, y ponen al descubierto sus peculiaridades: ese musgo que lo recubre, le roble seco que se mantiene en pie, la rama que brota del tronco partido por el viento, raíces y ramas simétricas,…
¡Y me emociono al contemplar tanta belleza! Las imágenes no les hacen justicia pero dan una idea de lo que quiero expresar.
Lar-ami