Una costumbre celta del siglo III a.c. es el origen de esta fiesta que la Iglesia la hizo suya en la Alta Edad Media. En la noche del 1 noviembre (noche de ánimas), las almas bajaban unidas a la tierra (Santa Compaña) y vagaban por los caminos en busca de su destino; quien se topara con ella, estaba condenado a unirse al grupo. Para evitarlo colocaban lámparas de aceite en los cruces de caminos.
En la Sierra Norte se colocaban candiles en la puerta de iglesias y ermitas, abiertas toda la noche. El interior de las ermitas del cementerio (De la Soledad) se iluminaba con centenares de velas y las campanas tocaban “a muerto” (CLAMORES). En algunas (Puebla de Valles) se ponía una mesa con mantel negro con una calavera y huesos auténticos, alumbrada por candelabros a los lados. En otras se depositaban tablillas con hilos de cera y/o decoradas (Robledo de Corpes)
Se hacían puches (gachas dulces de harina) y los mozos recorrían el pueblo invitando a los transeúntes. Con las sobras tapaban las cerraduras de las puertas de la casa de amigos y vecinos para impedir que los malos espíritus y las desgracias entrasen.
Hoy la noche de ánimas ha sido canibalizada por Hallowen, perdiendo su significado; los tiempos han cambiado. Quizás por eso vemos la muerte como algo natural y hasta nos permitimos hacerle una escultura en medio del bosque (¿no estaremos volviendo a ls orígenes?)
Lar-ami, gerente de CR La Vereda de Puebla, entre cárcavas y olivos milenarios. Todo sobre Actualidad, Costumbres, Fiestas, Mundo Rural y Paisajes y Lugares de la Sierra Norte de Guadalajara.