Uno de los efectos más perversos de la despoblación es la pérdida de biodiversidad faunistica y vegetal, lo que lleva a la desforestación, como resultado del abandono de los campos. La maleza (jaras, aliagas, retamas, zarzas, …) se apodera de besanas no cultivadas y pronto las convierte en monte bajo.
Herbáceas y arbustos perecen en pocos años. Pinos, robles, quejigos, melojos, encinas y olivos resisten. Pero con el paso del tiempo y la falta de cuidados enferman, dejan de dar frutos (bellotas y olivas que tanto hicieron por la economía familiar) y mueren.
Los frutales, que se situaban en las lindes y junto a los caminos, en medio de los olivares y/o en lugares donde no se podía sembrar otra cosa, van desapareciendo. No se podan (esencial para potenciar el árbol), no se labran, ya no retienen el agua, no se les recoge el fruto que se pudre a sus pies y mueren de pena.
Un nogal seco, dos higueras (entre olivos, también abandonados) y dos manzanos que ya no dan frutos sirven de ejemplo. Y me duele decir que sus higos y manzanas eran las más sabrosas de Puebla de Valles.
Lar-ami, gerente de CR La Vereda de Puebla, entre cárcavas y olivos milenarios. Todo sobre Actualidad, Costumbres, Fiestas, Mundo Rural y Paisajes y Lugares de la Sierra Norte de Guadalajara.