La despoblación de los años sesenta fue muy cruel con la Sierra Norte de Guadalajara. Algunos pueblos fueron abandonados y otros estuvieron en riesgo de desaparecer para siempre. Entre ellos La Huerce, que lo evitó gracias a la solidaridad de sus vecinos.
Hasta 1.977 (cuando se instaló el agua en las casas) “durante alguno años, los jubilados se turnaban en los duros meses de invierno para que al menos hubiera una o dos familias viviendo y no estuviera el pueblo abandonado y a merced de cualquiera”.
Así lo cuenta el escritor y periodista Pedro Aguilar en un libro entrañable “La Huerce, Historia de un pueblo solidario”, que recoge magistralmente las vivencias de sus vecinos. Como las bodas, que aquí duraban tres días: víspera, boda y bodilla. El ayuntamiento regalaba una encina comunal y todos los hombres iban un día a hacerla leña para la boda. Otro día iban a por vino a un pueblo vecino (no hay viñas). La víspera los hombres salían de caza (liebres, perdices y conejos) para obtener carne para la boda.
La mañana del evento se desayunaba aguardiente y chocolate. Tras la ceremonia, y antes de comer se bailaba “la redoma” en la que participaban todos. La comida era solo para la familia (paella o algún guiso) y después por la tarde baile (primero en casa de la novia y luego en el concejo); tras la cena más baile. Todos querían bailar con la novia y la madrina; cuando lo hacían daban dinero para los novios, que además recibían como regalo enseres para la casa. Al día siguiente, otra vez baile y se repartía la torta al pueblo.
Nos sentimos afortunados y agradecidos a Pedro por por recoger un trocito de nuestra historia en este libro, así como al Ayuntamiento de La Huerce que lo ha hecho posible. ¡Imprescindible!
Lar-ami