Las disputas del Arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo de Acuña, con el papado afectaron de lleno al Monasterio de Santuy. En mayo de 1.475 y mediante bula, Sixto IV nombró a Diego Luján, canónigo de Toledo, como prior del monasterio. Simultáneamente el Arzobispo nombra a Pedro de Castro, obispo de Guadix, ordenando a “quinteros, renteros y paniaguados de granjas y heredades de Santuy, para que acudiesen al prior con los diezmos… y da comisión al beneficiado de Talamanca, para que les obligue a su cumplimiento, bajo pena de excomunión”. Se establece un pleito en Roma, cuya sentencia en 1.476, ordena el secuestro del Priorato de Santuy y de todas sus rentas, frutos y emolumentos.
Tras diversas vicisitudes, Diego Luján obtuvo amparo de los Reyes Católicos (1.482) que “mandaron a las justicias de Alcalá, Uceda, Talamanca, Torrelaguna, que le den protección y auxilio”. El pleito continuó hasta 1.491 cuando Inocencio VIII le otorga bula para que “les sean restituidas al Monasterio de Santuy todos los bienes que le pertenecían,…, así como que nadie se entrometiera en asuntos o bienes del Monasterio”. Conservó el priorato hasta su muerte en 1.510.
El Cardenal Cisneros, ya Arzobispo de Toledo, nombra prior del Monasterio Santuy (23 octubre 1.510), aunque después lo anexiona (no compra) al “Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá de Henares, tras la renuncia y resignación de Bernardino de Soto, su último poseedor” según consta en escritura de fecha 5 diciembre de 1.510.
El 19 de julio siguiente, el Rector del Colegio Mayor de San Ildefonso otorga poder al colegial Cristóbal de Almaraz, para que tome posesión a perpetuidad del priorato de Santuy. A partir de entonces se convierte en residencia de descanso para estudiantes, profesores y prelados, entre ellos el Cardenal Cisneros. Seguiremos indagando en el Archivo Histórico Nacional.
Lar-ami