Resulta extraordinario que un pueblo nazca a la vez que muere otro, con el mismo nombre y a corta distancia; es el caso de El Vado, abandonado para la construcción del embalse. Sabido es que al mismo tiempo nacieron tres poblados, de los que solo sobrevivió el de los ingenieros que acogió luego a los empleados de la presa. Inicialmente había 14 casas unifamiliares, aunque mas tarde se construyó un bloque de tres alturas. Un precioso jardín, con un tablero de ajedrez y muy cuidado, ocupaba el lugar donde luego se construyó el chalet del ingeniero y la piscina ovalada. Hasta entonces, la piscina estaba al otro lado del aliviadero y se comunicaba por dos escaleras de madera.
El auge del pueblo empezó en 1.977, cuando la presa pasó al Canal de Isabel II (antes lo gestionaba la C.H. del Tajo). El Vado estaba lleno de chiquillos (más de 30). Había escuela y maestra, que no solían durar por la soledad; salvo Dulcelina y porque su marido estaba aquí empleado. Más tarde un empleado llevaba a los niños a Tamajón y luego a Humanes, hasta que pasaron a la escuela hogar de Guadalajara. Las mujeres se abastecían en Tamajón, donde un coche las llevaba cada 2 días, si bien cuando bajó el nº de familias, solo los sábados. El pan lo traía a diario por un empleado del CYII, así como alguna compra puntual. Hubo bar y capilla. Hasta entonces, el cura era traído y llevado a Tamajón para decir misa en la casa del ingeniero (cobrando del CYII, que corría con los gastos).
Conforme los empleados se jubilaban, su puesto no se cubría y su casa quedaba vacía. Ahora estos espacios los ocupan la sala de control, almacenes y oficinas. El acceso está prohibido y un servicio de seguridad vigila las instalaciones, que siguen habitables pero no vivas. Faltan los niños, hoy sesentones, que recuerdan con cariño su peculiar infancia.
Lar-ami