De este cenobio franciscano se sabía un poco de su fundación (en 1.592 comenzaron las obras), algo de su vida y menos de su abandono en 1.835. Hasta que D. Aurelio García López incluyó su historia en su libro Tamajon en la Edad Moderna (siglos XVI a XIX).
El proyecto inicial incluía iglesia y claustro de sillares de la cantera de Tamajón. La construcción fue lenta y en 1.602 (10 años después) todavía estaba en obras, quizás por que los fondos asignados (12.000 escudos) resultaron escasos. Fray Pedro González de Mendoza fue encargado de su terminación, que no consiguió. Quedó reducido a una pequeña iglesia y a un claustro de planta baja, con el primer piso inacabado. Aun sin terminar, el convento estaba operativo en 1.612 con 20 frailes.
En 1651 se contrató al maestro Lorencio Hernández de Alcobendas la terminación del claustro, con cerramiento de los 23 arcos superiores, con 4 ventanas y 2 puertas en el claustro bajo, así como el asentamiento de 60 baldosas. Los materiales los ponía el convento, mientras puertas y ventanas de pino eran suministradas por el carpintero de Galve, Bartolomé Sánchez, por un precio de 580 reales.
Así el convento de Tamajón quedó constituido por iglesia, claustro, refectorio, bodega y cocina. Anexos dos pequeños cercados (de 1 ½ fanega al norte y otro de una fanega al sur) con agua, árboles frutales y de sombra, parras que servían a los frailes de huerto y corral para el ganado. Pero esta estructura sufriría serias modificaciones un siglo después.
Lar-ami