Cuando llegaba la Cuaresma, desaparecía el baile y comenzaba la recogida de dinero para adornos y cera. Así comenzaba la preparación de la Semana Santa… antes de que la despoblación acabara con ritos y tradiciones ancestrales.
El viernes de dolores las imágenes se llevaban desde iglesias y ermitas del pueblo a la parroquia para preparar los pasos. El domingo de ramos tras la misa, se bendecían las ramas de olivo en el pórtico, que se colocaban en las ventanas. En algunos sitios tenía lugar la primera procesión (la borriquita).
El jueves santo se ponía el monumento que se velaba toda la noche; en algunos sitios había lavatorio de pies. El viernes por la tarde vía crucis, que a veces se oficiaba alrededor de la iglesia (de ahí los calvarios, cruces,… tallados en sus muros). Luego salían todos los pasos juntos en procesión y por la noche tenía lugar el oficio de tinieblas. De madrugada la procesión del silencio.
El sábado misa y oficio de gloria, con toque de campana característico; en algunos pueblos se bendecía el agua de la pila bautismal que luego los vecinos se llevaban a casa. Los niños recogían piedrecillas contra la tormenta que les protegería del granizo tirándolas al aire. El domingo, antes o después de misa, la procesión del encuentro con sus coplillas.
Hoy en los pueblos de la Sierra Norte sobreviven la bendición de ramos, las procesiones y poco más. Su singularidad y la ocasión de visitar nuestras bellas iglesias merecen la pena. Además nos queda la Pasión viviente de Hiendelancina, que se celebra el viernes santo. ¡Espectacular!
Lar-ami