Postre exquisito solo apto para paladares muy exigentes. Máxime si miel y nueces son autóctonas de Puebla de Valles (lo siento pero tengo que presumir). Su preparación tiene algunos secretos.

Lo primero es sacar el fruto (migollo) entero de la nuez, para lo cual hay una técnica muy depurada, según explica el joven de 91 años que nos las vendió en una hoja manuscrita. A partir de aquí hay dos variantes:

• Los migollos se guardan tal cual en un bote de cristal de cuello ancho. A la hora del postre, se sacan y se riegan con miel, a gusto del consumidor.
• Miel y nueces se mezclan antes de guardarlos en botes de las mismas características. Para ello, el primero se echan los migollos hasta más o menos la mitad del bote y luego se añade la miel a voluntad hasta llenarlo. Si la mezcla está demasiado clara (depende del apriete de las nueces), se añaden más.

En la segunda opción, las nueces están más caramelizadas. En ambos casos, tomado solo ó como guarnición de otros postres, resulta delicioso.

Lar-ami