Conocido por el pantano que nunca fue (aun sigue anunciado en el cruce de Campillo de Ranas), como lugar de encuentro de hippys y como pueblo negro, resulta poco visitado.

Quizás porque solo puede accederse por dos pistas forestales en no muy buen estado (la una desde La Vereda, la otra desde el mirador del Asomante y cruzando el río por un vado) y un camino de herradura que baja desde Roblelacasa.

El acceso en coche resulta complicado y casi todos lo hacemos a pié (1 hora), por disfrutar del paisaje.

Pero merece la pena porque se conserva auténtico, sin luz ni agua corriente en sus casas y reconstruido (en parte) a la manera tradicional. A orillas del Jarama, en lo alto de una planicie, los edificios se funden con el paisaje hasta confundirse con él.

Lar-ami