Corresponde a la cuenca intermedia del Jarama, configurado como valle cerrado al norte y al sur, mientras se abre en alas a oriente y poniente. El cerramiento norte es una angostura entre pizarras que da paso a la vega, donde la vegetación queda relegada a monte bajo y algunos pinos, salvo el bosque en galería a orillas del río.
Al sur una angostura entre calizas desemboca en un hermoso cañón de paredes escarpadas. Aquí hay dos tipos de vegetación según la orientación de las laderas: al norte y este predominan robles y quejigos; a poniente prevalecen las encinas. En el fondo del valle predominan tierras de cultivo junto al agua, sauces, fresnos, chopos y alisos.
El cañón es un tajo en curva del que no se ve su final. El Jarama ya no es un elemento básico del paisaje por el escaso caudal que le permite El Vado y su cauce esta siendo colonizado por la vegetación. La mano del hombre nos ha dejado las ruinas del Monasterio de Bonaval y de algunas caleras. Todo ello configura un paisaje atractivo y asilvestrado, según recoge José María Meléndez en “Paisajes de Retiendas”.
La estructura es propia de paisajes naturales: monte con una mancha de tierra de cultivo, con una amplia diversidad de ambientes: quejigos, encinar, rodales mixtos de espinos, monte abierto de enebros, melojos, jarales, soto de fresnos, choperas, alisedas, roquedales y vaguadas. Cada momento del año tiene definido un mosaico de colores: en verano amarillos de rastrojos frente al verde. En otoño los ocres predominan sobre los verdes de las encinas. La ausencia de hojas caducas bajo la luminosidad difusa del invierno el negro de pizarras y el naranja de los farallones calizos.
Lar-ami