En pleno invierno, cuando el frío de la noche hiela hasta el aliento y la humedad se ausenta, el verde sigue reinando en La Ribera. Los bosques de hoja perenne (de olivos y encinas, autóctonos; pinares de repoblación) y las jaras pringosas lo consiguen.
Pero en las orillas de ríos y arroyos, donde los árboles muestran su esqueleto, el verde lo pone la hiedra silvestre. Esta planta parásita (y asesina, según dicen), se incrusta en el tronco de chopos y fresnos, quitándoles la savia (que no la vida, al menos a corto plazo).
La imagen de estas trepadoras retozando gozosas sobre los troncos secos del bosquecillo, sorprende por su belleza. Incluso se atreven con las raíces de los rebollos, dejando caer su melena sobre el acantilado.
El camino del arroyo, en Puebla de Valles, muestra ambas imágenes. En invierno es cuando mejor se aprecia, si bien esta planta se mantiene verde todo el año. Un bonito espectáculo.
Lar-ami