Un(a) mulo(a) estaba listo para trabajar con 3 años, una vez domado; la casa tenía, en el mejor de los casos, uno ó dos animales. Cuando no tenían labor en su tierra, yunta y hombre se alquilaban para trabajar en otras propiedades. Lo costoso de su manutención aconsejaba que nunca estuviesen ociosao; por eso cuando no tiraban del arado, daban vueltas en las almazaras o se utilizaban como animales de carga.
Su precio oscilaba según edad (se sabía por la dentadura), alzada, porte, estado, … pero comprarlo suponía un gran esfuerzo. Por ello en La Ribera era frecuente que se comprasen muletos de unos pocos meses (un 60% más barato) que luego eran recriados en cada pueblo, normalmente en comunidad. Era la muletá
Se juntaban todos los mulos del pueblo y eran cuidados por un pastor; unas veces por los vecinos mediante un sistema de turnos (Retiendas, Puebla de Valles, …) y otras por un mulero contratado al efecto. (Andrés Pérez en su libro de Valdepeñas describe la muletá de forma magistral).
Cuando no había suficientes animales para la muletá, cada vecino se ocupaba de su animal y lo sacaba al campo cuando salía a labrar. Lo dejaba suelto para que se alimentara, pero si estaba próximo a un trigal y/o huerto, le ponía bozal. Cuando el muleto cumplía los dos años, se domaba y empezaba por ayudar al mulo viejo de la casa, hasta que con 3 años acababa por sustituirlo.
Lar-ami
2 respuestas a “La muletá”
Pobres animales, bien trabajadores!
Otra costumbre ancestral que se perdió.Saludos