Cuando Fernando VII regresó a Madrid en 1.814, reconoció los méritos del cura de Tamajón (según se decía, autor intelectual del decreto que derogaba la Constitución de 1.812) y le nombró Capellán de honor de su Capilla Real. Poco le dura la alegría, ya que seis meses después el prior del Monasterio de Bonaval le acusa de latrocinio y concubinato, siendo desposeido de tal honor.
Personajes ilustres lo reivindicaron ante el rey quien, para recompensarle, le nombra arcediano de Tarazona en 1816. En el Trienio Liberal conspiró con los realistas escribiendo folletos contra del régimen constitucional, tan furibundos que se pidió su cabeza por las calles al grito de “muera el cura de Tamajón”.
Llegó a maquinar un plan para apresar al Gobierno y volver al absolutismo, fue descubierto y el cura de Tamajón juzgado; aunque el fiscal pidió pena de muerte, solo fue condenado a 10 años de prisión. El mismo día que se dictó sentencia, 4 de mayo de 1.821, una muchedumbre incontrolada asaltó la cárcel de la Puerta del Sol y lo mató a martillazos. Don Benito Pérez Galdós inmortalizó esta historia en el Episodio Nacional “El Grande Oriente”.
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