Cuando se reforestaron laderas y dehesas de La Ribera con pinos, en algunos sitios se respetó el arbolado autóctono: encinas, robles, olivos, … Así se hizo en Puebla de Valles, pero sin dejarle espacio vital suficiente.
Si además consideramos que el pino acapara todos los recursos en un radio muy amplio, es comprensible que de olivos y encinas no quede ni rastro. Los robles han aguantado algo más, pero van desapareciendo; solo se mantienen algunos ejemplares junto a los caminos.
Hoy los troncos viejos y carcomidos son visibles en los pinares, como crónica de una muerte anunciada.
Lar-ami