… o en cualquier época del año, en los pueblos de La Ribera era casi un milagro, por lo que esta prohibición (de origen medieval) no afectaba a la gente. Aunque abundaba la caza y el ganado, este manjar solo estaba al alcance de algunos.
Gallinas que dejaban de poner espesaban el caldo de los enfermos. Los pajarillos escabechados daban el apaño; la caza de conejos, liebres y perdices aliviaban pucheros. Los frutos del cerdo, que se estiraban para que durasen todo el año, y algún pollo en días de fiesta completaban el aporte de proteínas. (Véase el libro “Puebla de Valles, usos, costumbres, cuentos y leyenda”).
La situación era similar en toda la España rural. Por ello la “Bula de carne” concedida en 1.808 por el papa Pio VII parece una broma: si se abonaba una limosna a la iglesia (se pagaba bula) se podía comer carne. Eso si, con limitaciones: no podía mezclarse carne y pescado en una comida, el clero estaba excluido, …
En nuestros pueblos aún se recuerda que algunos pagaban bula solo por presumir y sentirse diferentes. La emigración a las ciudades y la evolución social han hecho que hoy la Cuaresma se viva de otra manera.
Lar-ami