Quevedo en la Sierra Norte de Guadalajara


Cortesia Andrés Pérez Arribas

Los Duques de Medinaceli gozan de justa fama de mecenas. Si bien su labor de mecenazgo abarcó todo el país, (también en la Sierra Norte de Guadalajara) se hace muy presente en Cogolludo. Fue el I Duque, D. Luis de la Cerda, quien construyó el Palacio y la muralla a finales del siglo XV.

Sus descendientes continuaron esa labor y desde luego que no le desmerecieron. El VII Duque tomó bajo su protección al insigne escritor D. Francisco de Quevedo, que llegó invitado al Palacio de Cogolludo en abril de 1.637 (según parece para apartarse de la Corte por problemas debidos a su lengua mordaz ). Así lo explica Javier Davara en Nueva Alcarria el 15 de junio pasado (gracias).

Pocos días después Quevedo enfermó de fiebre, quizás debido al agua. Aunque rechazó a los médicos, los cuidados del duque y su esposa le permitieron recobrar la salud (“Sané por no curarme”, diría después). En diciembre dejó la ciudad. Según los cronistas, el escritor volvió varias veces al lugar que el denominaba “el Paraiso de Cogolludo”.

La más notoria tuvo lugar la última semana de julio de 1.643, cuando volvió para recuperar la salud y sosegar su espíritu. Jornadas de caza, rutas por los campos aledaños, paseos por los jardines y baños en la alberca del palacio, … Pero sobre todo amenas tertulias en el patio renacentista (literarias y políticas) con el Duque y su culta esposa Doña Ana María Luisa, fortalecieron el cuerpo y ánimo de D. Francisco, que marchó a principios de septiembre de 1.643 y ya no regresó más (murió en 1.645).

Si visitas el Palacio de Cogolludo y te da la vena poética, jocosa y/o literaria, no te sorprenda; es el espíritu de Quevedo, que lo impregna todo.

Lar-ami


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