La advocación de San Roque como protector ante la peste está muy extendida en la Sierra Norte de Guadalajara, quizás porque la epidemia asoló estas tierras en los siglos XIV, XV y XVI.
En unos lugares fue investido patrón y le sacan en procesión (La Mierla), en algunos le construyeron ermita (Pálmaces de Jadraque) y en otros celebran su fiesta (15 de agosto) encendiendo una hoguera por la noche en su honor (la hoguera de San Roque), pidiéndole protección. En Palazuelos se le nombró patrón, se enciende hoguera y se produce la “La Quema del Boto” .
(El boto es una tinaja de cuero, flexible y de gran tamaño, donde antaño se guardaba el vino. Hecho con piel de cabra y con el interior impregnado de pez, ahora es un recuerdo. Hoy se imita con cartón fallero)
El boto se colgaba en el arco de la Puerta de la villa ante la hornacina del santo, insertada en una ventana de la muralla, y se le prendía fuego, quedando expuesto a los ojos de todos. La quema es un acto simbólico que recuerda la renovación de la promesa al santo por su intercesión ante la peste. El origen de esta tradición se remonta al siglo XV; con el paso del tiempo y para evitar su pérdida, la renovación del voto y la hoguera se sintetizaron en la quema del boto.
La tradición se mantuvo hasta los años sesenta cuando la despoblación acabó con ella. Afortunadamente fue recuperada en 1.984 por un grupo entusiasta de vecinos, que añadió al acto un recital de poesía. Doce años después, ya como A.C. La Quema del Boto, también recuperaron la tanguilla, un juego popular del siglo XII que se perdió en esos lúgubres años.
Lar-ami