Su abundancia en cualquier rincón de la Sierra Norte de Guadalajara, la despoblación y la pérdida paulatina del acerbo cultural serrano han hecho que nos olvidemos de esta planta que tantos y tan buenos servicios ha prestado a nuestros antepasados.
Alimentaba al ganado, cubría tejados antes de colocar las tejas, cerraba ventanucos en cámaras y desvanes, servia para hacer escobas (ideales para suelos de tierra) que barrían casas, calles y corrales, combustible para braseros y chimenea, … y tenía propiedades medicinales, que aún hoy son apreciadas.
Sus flores de un amarillo intenso han adornado iglesias, procesiones y fiestas. Resultan muy llamativas a finales de la primavera y en verano. Sus frutos tienen forma redondeada y del tamaño de guisantes y no llaman la atención.
Hay una variedad, también silvestre y muy poco concocida, la retama sphaerocarpa, cuyos frutos están alojados en una vaina (es dicotiledónea), pequeña y de color marrón oscuro, con un fruto menudo, menor que una lenteja. Y he querido traerla a este blog para que apreciemos su sencilla belleza.
Lar-ami