Este barranco calizo no pasaría de ser uno más de los muchos que surcan La Ribera, profundos, agrestes y comidos por la maleza. Pero su desembocadura en el río Sorbe, absorbida por el Pantano de Beleña entre peñas, crea un paraje singular. Su trazado, angosto desde el origen, termina entre rocas carcomidas por la erosión creando formas caprichosas.
Si a esto le añadimos la existencia de pinturas rupestres del periodo Calcolítico (3.000 a.c.) en parajes cercanos, la singularidad del Barranco de las Quintillas está más que justificada. Habitualmente cubierto por las aguas, solo la sequía permite admirarlo en toda su plenitud. El acceso, por el viejo camino de Muriel. ¡Fantástico!
Lar-ami