A medio camino entre Muriel y Peñamira, el río Sorbe se encajona bruscamente, reduciendo su cauce a una anchura inferior a 5 metros mientras sus orillas se tornan paredes verticales. Un paraje singular, el estrecho de Peñacabras, que la sequía permite ver en su totalidad, por abajo y desde arriba.
Con apenas 30 metros de longitud, es conocido desde siempre y fue utilizado en el Paleolítico (hace 50.000 años) como cazadero, por despeñamiento de los animales. Más tarde fue moldeado por los pastores, creando rediles a la entrada y salida del estrecho, aprovechando huecos en la roca.
Ya en el siglo XX los pescadores incrustaron en la margen izquierda hierros sobre los que construyeron un puente de madera, hoy desaparecido. Pero Peñacabras presenta ahora un aspecto triste y melancólico. Le falta el agua del Sorbe que cubra la palidez de su interior y le dé vida.
Lar-ami