Tras los destrozos en la capilla de los abades (o de San Bernardo) en busca del tesoro, el deterioro del Monasterio de Bonaval continuó: eran tiempos difíciles y ante la falta de dinero, se tomaron tejas, maderas, piedras,… para nuevas construcciones (fuente y puente de Retiendas). Para frenarlo se decidió poner un vigilante en el monasterio y se eligió a un vecino de Retiendas, casado y padre de 6 hijos (dicen que es el niño que aparece sentado bajo el árbol en la foto más antigua que se conserva de Bonaval).
Cuentan que el guarda, impactado por la profanación de las tumbas, cogió una maza y demolió el altar mayor para evitarlo. Dicen que con paciencia franciscana fue convirtiendo los trozos mayores en pequeños. Cada tarde se sentaba en la piedra central del puente de Bonaval, y uno a uno los tiraba al Jarama, para que fueran arrastrados por la corriente.
Dicen que frente al monasterio había una vieja olma ya desaparecida con varios ramales. El guarda los cortó a diferente altura para convertirla en una mesa con sus asientos. Cada año lo rebajaba para ajustar la altura de los taburetes de los niños respecto de la mesa. A finales de los años treinta, el guarda se marchó y el monasterio quedó sin protección alguna, acelerando su deterioro.
Lar-ami