Miel y colmenas


Desde tiempos prehistóricos el hombre ha usado la miel para endulzar, beber y como alimento. Los egipcios la ofrecían a los dioses (hay tarros de hace 33 siglos). La suegra romana dejaba a la puerta de la alcoba de su hija recién casada, un tarro de mil cada noche durante una luna (luna de miel).

En los pueblos de La Ribera siempre se utilizó la miel para consumo propio (el azúcar no se popularizó en tiendas hasta principios del siglo XX). Cada familia tenía sus colmenas, que producían entre 8 y 10 kilos de miel. Su excelente capacidad de conservación (hasta 2 años sin perder sabor ó textura, en tarros de vidrio y a temperatura ambiente) permitía cambiar los excedentes en los pueblos vecinos por queso, garbanzos,…

Dependiendo de la zona se obtenía miel de espliego (15% polen), de romero (15%) o multifloral. Con la despoblación y el progreso, el número de colmenas fue disminuyendo, si bien cada familia conservó alguna. La peste del nosema y la Varroa (parásitos externos) terminaron con esta tradición. Solo quedan algunos apicultores que mantienen sus colmenas, mas por vocación que por negocio.

En otoño, cuando se hace la última cata y los campos se visten de color, la visión de un grupo de colmenas nos recuerda que dependemos de la tierra.  La imagen retro del tronco de chopo con la laja de pizarra encima (de origen romano) nos devuelve al pasado.

Lar-ami


2 respuestas a “Miel y colmenas”

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