Los paseos de otoño suponen un disfrute continuo para el caminante curioso y sin prisas, que observa con detenimiento los encantos que la naturaleza ofrece. Como las huellas.
En La Ribera, tras las lluvias, las tierras arcillosas se transforman en barro, que a falta de maestro alfarero, quedan a merced animales que plasman sus huellas, como si de un paseo de la fama se tratara: corzos, jabalíes, perdices, …
En zonas boscosas son habituales montoncillos de tierra, característicos de los topillos. Alguno con agujero, como puerta de la madriguera.
Sobre los árboles desnudos se ven nidos de urracas, torcaces, … En la maleza, de pajarillos de ribera (jilgueros, verdoncillos petirrojos, ruiseñores bastardo, pinzones, … ). Y si el día está luminoso y no muy frío, su canto amenizará el paseo. ¡Una experiencia inolvidable!
Lar-ami
2 respuestas a “Una de huellas”
Cuantos secretos nos esconde la naturaleza. Un gusto pasear por ella y observar todo lo que ocurre a nuestro alrededor.
La nauraleza siempre nos sorprende, solo hay que observar.