El paso del tiempo, la erosión y la mano del hombre han cuidado de los árboles, cada uno a su manera. Un paseo por la naturaleza auténtica, como esta que vivimos en La Ribera, permite encontrar algunos ejemplares curiosos cuya imagen el invierno resalta.
Desde ese tronco seco con una pose que le asemeja a un dinosaurio, hasta esos quejigos que sobreviven agarrándose con desesperación a la arcilla. O ese joven olivo, con su tallo protegido para que no lo mordisqueen los corzos.
Parece que su cuidado por el hombre se limitó a esto; esperemos que le poden ahora en primavera y se convierta en un hermoso ejemplar. Aunque por el aspecto que presentan sus vecinos, parece poco probable.
Lar-ami