Hasta mediados del siglo XIV el abad era elegido por los monjes a perpetuidad, para velar por la buena marcha espiritual y económica del monasterio. Independiente de obispos y señores, pertenecía al Capítulo General, máximo órgano legislativo y de gobierno del Cister, garante de su pureza.
El Capítulo se reunía cada año en Citeaux (Francia) y la asistencia era obligatoria. Las dificultades y lo costoso del viaje aconsejaron que, ya en el siglo XIII, los abades de Castilla y León, asistieran cada 3 años. Sabemos cuándo faltó el abad de Bonaval, así como el castigo impuesto:
• 1.192 Condenado a 3 días de pena leve, 1 a pan y agua.
• 1.206 Hasta la llegada del representante del Cister, cada viernes estará a pan y agua; se le prohíbe ocupar la silla abacial.
• 1.251 El acta recoge su ausencia a varios Capítulos. Se le castiga y se le ordena que no falta al siguiente.
A finales del siglo XIII, Citeaux designa “definidores” (abades a los que encarga el estudio de los asuntos más importantes y luego informan al Capítulo General), con lo que este organismo pierde importancia. Quizás por ello, afirma el Dr Jurado, las ausencias se incrementaron y no se recogían en las actas.
Lar-ami
2 respuestas a “Los abades de Bonaval y del Cister”
Que barbaridad aunque fuese cada tres años en esa época tener que acudir a Francia a la reunión pero a la vez que bonito esa forma de viajar para los frailes, andando o en mula vieja.
Saludos.
Si suponia un coste y un enorme esfuerzo, pero esa unión ayudó a que el Cister se extendera rapidamente.