Esta playa del Jarama a la que acuden los vecinos de Puebla de Valles en verano, tiene un encanto especial en invierno.
Cuando bajamos la cuesta el olor a tierra húmeda nos invade. La vereda serpentea entre chopos desnudos y zarzales vestidos, mientras el río entona su canción; los pajarillos revolotean sobre los alisos. A los lados del camino huellas de jabalíes y alguna seta (de chopo). Son doscientos metros llenos de vida.
El Pozo de la Roca aparece austero, reflejando en sus aguas los troncos desnudos de los árboles. La playa sembrada de hojas muertas, y a su espalda las hiedras que en su trepar descubren la caz del viejo molino. El río canturrea mientras salva las piedras de su cauce.
Un lugar único para quienes desean estar a solas y sentirse naturaleza.
Lar-ami