De bellotas y encinas


La Ribera disfruta de encinares frondosos en Tamajón, La Mierla, Valdepeñas, Puebla de Valles … Abundan los encinas aisladas, ó en pequeños grupos, rodeadas de quejigos, robles, melojos y cereales. Pero hablemos de bellotas, que ahora es tiempo de cogerlas y degustarlas (las dulces, de forma redondeada, avellanadas).

Tras el cambio climático originado por la retirada de los hielos, en el Holoceno (10.000 años a.c.) proliferaron en la cuenca mediterránea grandes encinares, especialmente en Hispania por las características de su clima. Pronto sus frutos fueron utilizados por el hombre, allá por la Edad del Bronce (2.000 años a.c.).

En Castilla La Mancha  se han encontrado restos de bellotas, peladas en vasijas (almacenadas como alimento), mezcladas con cereales (mijo y trigo) y carbonizadas (cocinadas). Han aparecido en altares (ofrenda a los dioses) y en necrópolis mezclada con restos orgánicos (ofrenda funeraria) así como fosilizadas en excrementos del ganado (pienso).

¿Y por qué cuento todo esto?  Quizás para que cuando veas una bellota redonda dulce colgada de una encina, no la desprecies y la pruebes. ¡Estarás degustando un manjar propio de dioses!

Lar-ami


2 respuestas a “De bellotas y encinas”

  1. Elegía a las bellotas:
    Dulce néctar de la encina,
    después de ser vareadas,
    las bellotas genuinas
    son dulces como granadas.
    Cogidas con Angelines,
    y con Paco, en compañía,
    las bellotas de la Puebla
    me transportan y extasían.

    «El fantasma de Bonaval» y otra

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *