Se denominó “manos muertas” (de aquí viene des-amortizar) a quienes tenían la propiedad de un bien pero no aplicaban su trabajo para sacarle rendimiento. Las propiedades eran a perpetuidad y no se podían enajenar, lo que producía una acumulación que frenaba la modernización y el crecimiento del país. Y de La Ribera.
Aunque también se consideraban manos muertas a los aristócratas, entidades benéficas, corporaciones públicas y comunales,…la Iglesia detentaba la mayoría de las propiedades: a principios del siglo XIX tenía 6.000 renteros en Guadalajara, un 15% de la población. Las arcas del Estado estaban vacías y los gobiernos absolutistas vieron la solución en la incautación de los bienes (desamortización) del clero.
La primera (y poco eficaz) la inició Godoy en 1.798. El papa Pio VII facultó al rey Carlos IV para enajenar parte de los bienes de cofradías, hermandades, obras pías, patronatos,…. La segunda (desamortización Josefina) la promovió José I en 1.809, mediante un decreto que suprimía las órdenes religiosas y se incautaba de su patrimonio. Solo se demolieron varios conventos de Madrid que cambiaron su fisonomía: las plazas de Santa Ana, Oriente y Descalzas reales adquirieron su aspecto actual.
La desamortización de los patriotas fue aprobada por las Cortes de Cádiz el 13-9-1813 y derogada por el golpe del General Eguía en 1814 (el primer golpe de estado). Sin resultados prácticos, fue importante a nivel legislativo ya que fijó las bases para desamortizaciones posteriores.
Lar-ami
2 respuestas a “Las desamortizaciones del siglo XIX”
Bien llevadas las desamortizaciones hubieran supuesto una fuerte inyección económica y de moral a todo el estado español, pero creo que en gran parte solo fue para pasar a manos de otros ricos y seguir la rueda.
Saludos.
Desde luego así fue, al menos en Guadalajara. En dias venideros hablaremos de ello. Saludos amigo.