La Ribera guarda rincones de una belleza extraordinaria, entre ellas esas formaciones singulares que son las cárcavas.
En la zona hay cientos, frutos de la erosión de las terrazas fluviales que se formaron en la Era Cuaternaria.
Su color oscila entre un rojo casi fuego (por la presencia de hierro) en Puebla de Valles a un ocre malicento (por el aluminio) en Valdepeñas de la Sierra; los matices intermedios también están ampliamente representados en la comarca. Como puede comprobarse de Pasos Malos ó desde el camino de la Capitana.
Pero lo que más llama la atención de este guardia etéreo es el cambio de color de la misma cárcava, según la hora del día (por la incidencia de la luz), muy visible en Puebla de Valles. Por ejemplo, en el barranco del Tejar (justo en la primera curva de la carretera de Valdesotos) a escaso doscientos metros del pueblo o en las Pequeñas Médulas.
Contempladas a distinta hora y en diferentes días y estación, los cambios son sorprendentes. Un momento especialmente bello lo alcanzan con la lluvia, cuando gruesas lágrimas rojas resbalan por sus laderas. O cuando la nieve las cubre parcialmente (resbala por la fuerte pendiente).
Todo un espectáculo, del que este guardián etéreo disfruta especialmente.
Lar-ami