Ser guardián y protector de la casa rural tiene muchas ventajas. Entre ellas que, cuando no hay residentes, la casa se guarda sola y no hay que proteger a nadie, por lo que dispongo de mucho tiempo ocioso. Etéreo y libre, puedo desplazarme veloz como el pensamiento para conocer sitios a los que me lleva mi curiosidad.

Con frecuencia voy a Guadalajara, a media hora de Puebla de Valles, y la disfruto. Me gusta porque tiene el tamaño justo para pasearla sin prisas y sin agobio de gente; solo tiene noventa mil habitantes, casi la mitad de población la provincia. Aunque ha duplicado sus habitantes en diez años, lo ha hecho con nuevos barrios y conservando su fisonomía de ciudad de provincias.

Son reconocibles la parte vieja, la calle y la Plaza Mayor, el mercado, la judería y los antiguos barrios. La parte monumental, de estilos que van desde el árabe (puente sobre el Henares) al gótico (Palacio del Infantado), entremezcla edificios de diferentes épocas creando un entorno armonioso.

Guadalajara está muy influenciada por su proximidad a Madrid, a 55 kms y bien comunicada por tren (cercanías) y autovías (N-II y R2). Una tercera característica no menos interesante es que la superficie de jardines por habitante es la más alta de España, con amplias zonas peatonales.

En los años setenta recibió mucha población desde las zonas rurales de la provincia, tierra de emigrantes desde el siglo XIX (en 1.850 había en Madrid 6.500 alcarreños). Sin embargo la provincia no ha crecido: en 1.857 tenía 199.000 habitantes y la capital pasó de 4.800 habitantes en el año 1.813 a 11.100 a principio del siglo XX.

Pero la gente mantiene su casa del pueblo, así que Guadalajara se vacía los fines de semana y en el verano. Todo ello, unido a una interesante e intensa vida cultural hace que la vida en Guadalajara sea muy agradable. Por eso me gusta visitarla con frecuencia.

¡Aunque como en Puebla de Valles, en ningún sitio!

Larami