Los segadores dejaban los manojos cortados (puñaos, lo que cogía en la mano) a ambos lados de la columna que iban segando (lucha: lo que abarcaban sus brazos y/o 2 surcos, si estaab en pendiente). Luego los atadores iban juntando la mies y con una tomiza (cuerda de esparto) formaban haces de buen tamaño. En campos pequeños, como en La Ribera, el atador era uno de lo segadores y/o un jornalero contratado para la ocasión (agostero).
Al final de la jornada con el sol bien puesto, los haces se cargaban en mulas, sobre unos aparejos en forma de W que permitían gran volumen de mies (esto requería cierta habilidad, ya que por el poco peso y lo accidentado del terreno, era fácil que acabaran en el suelo). La reata de mulas guiada por el agostero se dirigía a la era en el pueblo, donde llegaba bien anochecido.
Tras descargar en la era, regresaba al tajo; quitaba el aparejo a las caballerías y las trababa en el barbecho. Ahí terminaba su jornada de trabajo, pasadas las once de la noche, que al día siguiente se reanudaba con el amanecer. ¡Es comprensible que nadie quisiera ser agostero!
Lar-ami