… ha conformado el paisaje peculiar de La Ribera, único por su belleza y colorido. Cerros, barranqueras y cárcavas de vivos colores, que van del ocre al rojo, matizados por la mezcla de arcilla con cantos y pizarrillas.
En el Pleistoceno (hace 120.000 años) las alternancias climáticas provocaron el encajonamiento de arroyos y montes, que después completaron riadas de sedimentos, formando espléndidas terrazas fluviales. Las nieves y el deshielo de la última glaciación, completaron la obra.
Hasta hace unos años viñedos, encinas y olivares llenaban el paisaje; aún quedan algunos ejemplos, muestra insignificante de su pasada grandeza. Nuestros antepasados conocían las virtudes de estos árboles para sujetar la tierra, si bien los excesos en la tala de bosques, el cultivo intensivo y el exceso de ganado (sobre todo a partir del siglo XV) no detuvieron la erosión.
Tuvo que ser ya en el siglo XX cuando la repoblación con pinos lo intentó de nuevo, con resultado incierto. Pero esto lo contaremos otro día.
Lar-ami