En realidad son varias que, desde los tiempos del Románico (siglos XI), presumen de esa caliza de color anaranjado conocida como “Piedra de Tamajón”; aún son visibles al oeste, junto a corrales y huertos. Sus mejores construcciones son del Gótico y del Renacimiento.
El éxito se debe a su calidad (talla, resistencia a los agentes climáticos, color, inalterabilidad, accesibilidad) y a la ausencia de piedra berroqueña y granito en la zona. Por razones económicas era frecuente la mezcla de materiales, construyendo en sillerías esquinas, pilastras, cornisas, ventanas, y portadas. Solo las construcciones cultas y de prestigio utilizaban piedra de sillería bien cortada y de calidad. En los siglos XVI y XVII, fachadas e interiores se revisten del color anaranjado de la piedra de Tamajón: patios, escaleras, columnas de una pieza, capiteles, balaustradas, cornisas, … La obra maestra es el Palacio del Infantado de Guadalajara, de 1.484, construida por Juan Guas.
La presencia de canteros en Tamajón está documentada desde 1.404, cuando D. Diego Hurtado de Mendoza, Almirante de Castilla, acuerda con D. Alfon Fernández la piedra necesaria para sus casas de Guadalajara. Era costumbre que los maestros de obra eligieran las hiladas de piedra en la cantera, que luego los maestros sacadores se encargaban de extraer y trocear. Carretas de bueyes las acercaban a la obra.
Hay mucho más que contar de estas canteras de Tamajón, que han marcado su desarrollo y su Historia. Pero eso lo haremos otro día.
Lar-ami