En el siglo VI, el papa San Gregorio Magno definió los siete pecados capitales: avaricia, pereza, envidia, ira, soberbia, gula y lujuria. En Bonaval se hicieron patentes en los tiempos más decadentes del Cister, según el Dr Jurado. De algunos ya hemos hablado.
La avaricia de los abades comendatarios (siglo XV), la pereza cuando abandonaron el trabajo de la tierra (siglo XVI), las envidias entre priores del siglo XVII, … De otros apenas hay indicios (ira, soberbia), ya que la Orden no solía dejar constancia de sus pecados y/o castigos, si bien queda patente el interés del Capitulo General en erradicarlos.
Así y referido a la lujuria, el acta de 1.687 ordena a los priores que “no tengan amas ni criadas menores de 40 años y si las tuvieren, que las despidan”. Se indica expresamente que se comunique al prior de Bonaval. Asimismo en el acta de 1.711 se ordena que se lea en el refectorio, el primer domingo de mes que “ningún religioso entre en la celda de otro”.
Si consideramos lo que comían los monjes de Bonaval en la Edad Media, de gula habla el libro de actas de Montesión (1.650-1.688), que detalla las compras de alimentos habituales de nuestro cenobio:
- Verduras frescas, limones, higos, limas y naranjas, castañas, orejones, pasas y dulces (bizcochos, bocados, melindres y confituras).
- Asaduras de vaca, pollos y perdices, cabezas de cordero, cabritos, cordero, lenguas de vaca, salchichas.
- Huevos, pescado (cecial, congrio seco, salmón, besugo en escabeche, truchuelas, bogas y barbos), queso, garbanzos, sal y especias (clavo y canela).
Lar-ami