El Cister daba pocas facilidades para el desarrollo intelectual: para componer un libro, el monje debía obtener permiso del abad y/o del Capitulo General. La copia de libros de misas y de oficios para uso interno era habitual, si bien no hay constancia de que se realizara en el Monasterio de Bonaval. Solo nos ha llegado una breve carta de 1.243.
La enseñanza se impartía a novicios y frailes poco ilustrados, nunca a personas externas. Los monjes no hablaban entre ellos, para lo que necesitaban permiso del abad. Ocupaban su tiempo libre (hasta 4 horas en invierno, entre vigilias y laudes) en la meditación y la lectura de temas religiosos, mientras paseaban por el claustro y/o la huerta.
En el inventario de 1.510 se hallaron unos 60 libros y solo una gramática. No sabemos que ha sido de ellos:
- Misales (de pergamino, romano de molde, …), evangeliarios, epistolarios, dominicales, …
- De oficios: santorales, sermonarios, manual toledano, …
- De coro: breviarios, responsorios, sacramentales, salterios, himnarios, leccionarios, cantos de procesión…
- Libros piadosos: biblias, milagros de la Virgen, Regla de San Benito, Epístolas de San Pablo, sobre el profeta Ezequiel (escrito por S. Gregorio), Sermones de San Bernardo, Quincuagena de San Agustín, el libro de Juan de Beheteta, San Hugo, Homilías de Orígenes,…
Lar-ami
2 respuestas a “Trabajo intelectual en Bonaval”
No sabía que no pudiesen hablar entre ellos por ejemplo en los ratos de trabajo físico.
El Cister en esto era bastante estricto, sin llegar al extremo de otras Ordenes, que hacían (hacen) voto de silencio. Algo incomprensible, dado que el lenguaje nació para comunicarse.