Lo que comían los monjes


En el Monasterio de Bonaval se aplicaba la máxima del Cister: la abstinencia ayuda a vencer al pecado y fortalece la virtud. En los primeros tiempos, la carne estaba prohibida; pescado, queso y huevos se reservaban para fiestas y/o grandes ocasiones.  Con la decadencia la dieta mejoró, incluyéndolas de forma habitual, según explica el Dr Jurado.

En Bonaval la carne era de caza (jabalíes, conejos, perdices, torcaces, codornices, …) y de corrales, si bien en el inventario de 1.510 no se mencionan. El pescado procedía del Jarama (barbos, truchas, anguilas y bogas). Una carta de 1.434 cita el arrendamiento de una granja en Uzeda por 1.000 maravedíes + 2 arrobas de pescado seco + 500 sardinas blancas + 500 arenques.

Comían en el refectorio: una comida en invierno (después de Nona, a las 3) y dos en verano (almuerzo sobre las 12, después de Sexta  y cena después de Vísperas en torno a las 6). El almuerzo consistía en raciones abundantes de pan (de trigo y centeno del coto), legumbres, verduras y fruta del tiempo, con vino de Valdepeñas de la Sierra (algo más de un cuartillo).

La cena incluía  verduras y frutas, con el pan sobrante del almuerzo. En verano, después de Nona (a las tres) se servía una ración de vino (bíberes). Los enfermos y los jóvenes podían tomar pan mojado en vino a modo de desayuno.  A partir del siglo XIV se extendieron a todos los monjes.

Antes de entrar en el refectorio, los monjes se lavaban las manos en la fuente; luego se sentaban en bancos corridos junto a mesas con los alimentos ya servidos. El abad destapaba el pan y comenzaban a comer en silencio, mientras un monje leía en voz alta pasajes de la Biblia.  Según el inventario de 1.510, en Bonaval el refectorio tenía 2 mesas largas, 2 bancos con respaldo y una silla; 2 manteles y 7 servilletas.

Lar-ami


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