A principios de los años 80, un extraño suceso sobrecogió a los vecinos de La Ribera. La prensa nacional se hizo eco y fue muy comentado. Un funcionario del Ayuntamiento de Madrid pasaba los fines de semana en su casa de Valdepeñas de la Sierra. Aquel sábado por la mañana salió con su borrico a hacer leña y siguiendo la pista del Espanto, se dirigió al pinar de Tortuero, a dos kilómetros de su pueblo.
Como al anochecer aun no había regresado, su mujer dio la voz de alarma; los vecinos y la guardia civil salieron su búsqueda. Al día siguiente, a media mañana, encontraron al burro amarrado a un pino, cerca del arroyo de Gazachuela y de la pista forestal. (Este arroyo forma la cascada del Chorro dos kilómetros más abajo y desemboca en el río Palancares, en las cercanías de Valdesotos).
La búsqueda continuó varios días pero no hallaron ni rastro del hombre. Poco a poco dejaron de hacerlo y se dio por desaparecido.
Meses después su esposa acudió a una vidente de la radio que, en directo le dijo que su marido estaba muerto en el fondo de un acantilado, de difícil acceso. No tardando mucho sería encontrado por un cazador o un pescador. Y así sucedió. Pero esto lo contaremos mañana.
Lar-ami