La elección de este lugar junto al Jarama respondía a los criterios básicos del Cister: lejos de pueblos y vías importantes, terreno llano para construir, abundancia de agua, tierra fértil, piedra y madera,… Gracias al trabajo del Dr. Jurado conocemos algo más.
De la carta de fundación del Monasterio de Bonaval (1.164) se deduce que los terrenos eran propiedad de la corona de Castilla y que la zona estaba poco poblada, pero no si fueron ofrecidos por el rey ó solicitados por la orden. El Cister tomó posesión del terreno “en precario” (de prestado) y del Monasterio de Valbuena envió 12 monjes + el abad (según la regla).
Comenzaron por darle nombre, Bona vallis (valle precioso, bueno, feliz), quizás por su lugar procedencia (Vallis bona, Valbuena). Los primeros trabajos fueron desbrozar el monte y talar el bosque caducifolio (robles, quejigos, melojos) para obtener tierras de cultivo y pastos, así como planificar el regadío y la ubicación del huerto. Delimitado el solar para el Monasterio (sin mucho acierto), lo protegieron con una valla y unas cabañas hechas de ramas les daban cobijo mientras duró la construcción.
Once años después de su llegada asumieron la propiedad (era habitual, ya que ambas partes querían comprobar que el lugar se adaptaba al objetivo de la orden) según carta de confirmación de Fitero (1.175), rubricada por el obispo Zenebruno, primado de Castilla, como era preceptivo.
Lar-ami