La expresión tiene su origen en los bailes del domingo en Puebla de Valles, que se celebraban en el salón de la escuela (bajo el bar social), en sesiones de tarde y noche. Al baile asistían los jóvenes de Puebla, matrimonios y algún hombre casado que intentaba reverdecer viejos laureles. A veces acudían mozos de los pueblos vecinos.
La música la proporcionaba un organillo con 10 canciones grabadas en un cilindro (casi siempre boleros y pasodobles) que el maestro Antonio Apruzzese dejaba en alquiler al pueblo. Una vez al año, el maestro o algún oficial acudían a cambiar las canciones y cobrar la renta anual. El alquiler era pagado por los mozos mayores de 18 años (los que pagaban piano) y los mayores de 14 años (pagaban medio piano).
La familia Apruzzese llegó a Madrid a mediados del siglo XIX, puso tienda y taller de organillos en la carrera de San Francisco nº 9 (aún se conserva). Fueron los impulsores del instrumento y popularizaron el chotis; una parte del negocio era el alquiler de organillos en pueblos pequeños. Algunos de la Ribera y otros cercanos: Matarrubia, Tortuero, Casa Uceda,…
Antonio, además de experto luthier, era un músico excelente con varios discos publicados y actuaciones en la radio y television de los años sesenta. Traspasó el negocio y murió sin descendencia en Madrid en 1.995, donde el ayuntamiento quiso dedicarle una calle.
El organillo lo tocaban un niño de 10-11 años girando la manivela; para cambiar de canción había que levantar una pestaña y mover el clavijero hasta alguna de las diez posiciones. El infante, a petición de algún mozo y a cambio de una propina, alargaba la canción (girando más tiempo) o la tocaba más lenta (girando más despacio).
El cambio de canciones se hacía cambiando en el rodillo miles de púas (que se correspondían con una nota musical), tanto de posición como de tamaño. Una labor compleja que el experto realizaba de acuerdo con una plantilla previa del maestro y que intentaba aprovechar al máximo posiciones anteriores para ahorrar trabajo.
La costumbre se perdió cuando llegó el tocadisco y en La Ribera se generalizaron los guateques, allá por los sesenta. El primero en Puebla de Valles se celebró el día de navidad de 1.965 (del libro “Puebla de Valles”, publicado por AACHE ediciones). Luego se hacían en la casa blanca (y aislada) de la Palomera Alta, que aun se conserva.
Lar-ami