Un libro delicioso, “Molinos harineros de Guadalajara”,  escrito por Doña Eulalia Castellote y editado por la Junta de Castilla La Mancha,  recoge historia y vida de molinos y molineros. Aunque no están todos, la fiabilidad de los datos y la profusión de detalles permiten extraer información muy valiosa de los molinos maquileros de La Ribera. Pero antes repasemos su historia.

El uso del agua para moler grano (para extraer aceite, en las almazaras se usaba la fuerza animal) comenzó en Oriente Medio a principios del primer milenio A.C. El molino más antiguo conocido es griego, basado en los mismos principios que definió Arquímedes. Los romanos lo extendieron por el Mediterráneo, aunque con escaso éxito; durante siglos coexistió con los molinos domésticos, movidos por la fuerza animal y/o esclavos, según se aprecia en las pinturas de Pompeya.

La crisis económica del siglo IV promovió su uso en todo el imperio, pero no fue hasta el siglo X cuando se extendió su uso por toda Europa. Asimismo empezó a utilizarse la fuerza del agua en el aserrado, elaboración de papel, trabajos de metal, abatanado de paños, …

 Así los molinos maquileros siguieron funcionando hasta la aparición de las fábricas harineras en la segunda mitad del siglo XX. Las mejoras vinieron por la sustitución de piezas de madera por otras de hierro y la introducción de nuevos elementos que facilitaban el trabajo: elevadores, cedazos,…

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