Tendidos sobre la hierba, unos enamorados contaban las estrellas, sintiéndolas tan suyas que luego intentaban recrearlas con su pasión. La experiencia fue tan placentera que la repitieron cada noche hasta que acabó el verano.
Por Navidad ella le regaló un videojuego, el “Contador de estrellas”, que mostraba la fracción de cielo elegida con todos sus astros. A golpe de ratón se obtenían imágenes e información precisa de su tamaño, características, distancia de la tierra, ubicación,… Desde entonces pasaban juntos muchas horas frente al ordenador, pero ya no sentían las estrellas como propias y apenas las recreaban.
Cuando llegó el buen tiempo, ella le pidió que volvieran al campo a contar las estrellas, como antes, pero el se justificó diciendo que no era necesario, que todo estaba en el videojuego. Poco a poco ella se fue aburriendo y acabó abandonando juego y jugador.
Hoy vaga en busca de alguien que cuente las estrellas tendido junto a ella sobre la hierba, mientras el se ha convertido en un experto astrónomo.
(Unos clientes de La Vereda de Puebla contaron esta hermosa historia al calor de la chimenea).
Si tienes con quién, esta noche puede ser magnífica para contar la estrellas. Y el mejor sitio es la dehesa de Puebla de Valles.
Lar-ami