El ladrillo surgió como una evolución natural de adobe, ya que las inclemencias del tiempo lo deterioran exigiendo frecuentes reparaciones. Por ello y para aumentar su consistencia, los sumerios cocieron los adobes en hornos y con ellos reforzaron sus murallas exteriores. Los árabes siguieron utilizando la paja como aglutinador, aunque luego desapareció y surgieron los ladrillos tal y como los conocemos hoy.
En La Ribera, el ladrillo fue poco utilizado por lo que apenas hubo ladrilleras. Se recuerda una junto a la laguna de Tamajón, que funcionaba todo el año y se dedicaba al ladrillo y a la teja. Se creó en 1.940 y fue abandonada doce años después; aun se ven las ruinas de la casa y de la nave.
Hubo ladrilleros ambulantes que recorrían los pueblos ofreciendo sus servicios. Buscaban un lugar apropiado (con arcilla, agua y bien comunicado) y allí se instalaban, construyendo su propio horno. En el barranco del Tejar, Puebla de Valles, se instalaba uno que dejó de venir antes de la guerra. Aun se observan la explanada donde se secaban los ladrillos (y tejas) así como los cortados de donde cogía la arcilla.
Lar-ami