Tamajón es la puerta de entrada a los pueblos de Arquitectura Negra, tanto en su vertiente oriental sobre el valle del Jaramilla, como en la occidental a la derecha del pico Ocejón que da nombre a la sierra. Pero no presenta edificios de pizarra, por lo que en puridad no puede considerarse un pueblo negro.
Ello no quita que su historia sea muy rica: aparece en las crónicas de Alfonso X el Sabio (siglo XIII), figura en el Libro de la Montería de Alfonso XI y en el libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita, del siglo XIV. De su cantera salieron los sillares de muchas iglesias románicas, pero donde más lucen es en la fachada de los Palacios del Infantado (Guadalajara) y de Medinaceli (Cogolludo). La Casa del Labrador tiene en la fachada su escudo con la hoz y el martillo, símbolos del Partido Comunista
El cura de Tamajón, durante la Guerra de Independencia contra Napoleón, quería ser famoso a toda costa. Luchó por que se reconocieran sus méritos pero solo lo consiguió al final de su vida, cuando fue linchado por la multitud por su complot para acabar con el liberalismo. Don Benito Perez Galdos lo inmortalizó en su libro El Grande Oriente.
En la misma guerra Saturnino Abuin (el manco) traicionó a su jefe, El Empecinado, precisamente en Tamajón. Estaba resentido porque solo era comandante y aspiraba a general. Se pasó a los franceses con 40 hombres cuando le prometieron el cargo.
Solo por esto ya merecería la pena visitarlo. Pero Tamajón es mucho más.
Lar-ami