Dicen que en aquellos tiempos, cada casa de Puebla de Valles daba una fanega de trigo para la iglesia, pero el cura pedía más. Hartos de su avaricia y escasos de recursos, los vecinos decidieron suspender su aportación. Entonces el sacristán y el cura escondieron el santo en el Barranco del Tejar, próximo al pueblo. Luego tocaron las campanas llamando a la gente a reunión: “El santo Federico se ha escapado, enfadado porque no queréis darle la fanega del trigo. ¡Tendremos que buscarle!”
Todo el pueblo salió en su busca, mientras cantaban:
- Santo Federico, aparécetenos,
- Si antes te dábamos una,
- Ahora te daremos dos.
El santo fue encontrado, casualmente por el cura, quien no dudó en afirmar que era un milagro. La leyenda ha sido recogida por Olga Iruela de boca de su abuela. Siendo San Federico un santo de origen belga (fue obispo de Utrech), desconocemos como llegó hasta aquí la devoción.
Lar-ami
2 respuestas a “La desparición del santo”
Curioso, que además se sepa exactamente quién «recogió» la leyenda.
Por aquí hay varias leyendas, pero de desconocida procedencia.
Los cuentos del abuelo a los nietos al calor de la chimenea a veces quedan por escrito, como recuerdo imborrable de la infancia.