Cuidador de la iglesia y su contenido, el empleo de sacristán es muy antiguo, pero no fue reconocido hasta el siglo XIII. El papa Gregorio IX en su escrito “De officio sacristæ” lo llama oficio honroso y remunerado; más tarde definió sus funciones en las catedrales y prescribió que fuera un sacerdote.
En los pueblos pequeños el sacristán era laico y entre sus funciones estaba tocar las campanas a oficios (a diario toque de angelus a las 12 y las ánimas al caer la tarde), fiesta, reunión, fuego, desastres, … Incluso en verano intentaba romper las nubes y evitar el granizo con fuertes repiques. Asistía al cura en las misas cantadas y tocaba el órgano, si lo había (Puebla de Valles, La Mierla).
También actuaba como maestro, secretario del Concejo, escribano ó maestro, ya que sabían leer y escribir. En unos pueblos su salario lo pagaba el Concejo, en otros una iguala de los vecinos y la mayoría de las veces se conformaba con los donativos de los fieles.
Según el Diccionario de Madoz, hacia 1.850 había sacristán en Tamajón, Tortuero, Valdepeñas y Valdesotos. En La Ribera, el oficio se perdió con la guerra.
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