Misión pedagógica en Alpedrete


Según cuenta Francisco Alfredo Pérez en su artículo de Wad-al-Hayara,  el acta de la Misión Pedagógica recoge que el 20 febrero un grupo de misioneros de Valdepeñas  “se desplazaron a Alpedrete de la Sierra,  un pueblecito pequeño y pobre de pastores,  siguiendo un mal camino de herradura (ya perdido).Allí hay una escuelita mixta, sórdida y húmeda,  dirigida por una maestra. Desconocían por completo el cine y el gramófono; fue para ellos una revelación. En la primera sesión hubo escasa concurrencia y solo de niños pequeños; los mayores estaban lejos guardando los rebaños. A la segunda, ya de noche, el local resulto incapaz para la gente que lo desbordaba por puertas y ventanas.

140108 mision AlpedreteA esta sesión trajeron sobre una mula a  un joven paralítico,  dotado de un fino e inculto gusto musical, condenado a una quietud perpetua en el molino (se refiere al del arroyo Reduvia). Nunca había visto  un gramófono y lo escuchaba con lágrimas de alegría. Su padre había sido el más popular dulzainero de la comarca y en su honor se puso un disco de dulzainas castellanas.”

Al terminar la sesión se dejó una biblioteca con unos 100 libros con todas las ramas del conocimiento que gestionaría la maestra. Los libros estaban embalados en cajas, con papel para forrarlos, instrucciones para su uso y talonarios para el servicio de lectura/préstamo a los vecinos. Al día siguiente, domingo, la gente de Alpedrete y de núcleos vecinos (Tortuero, …)  bajaron en masa a Valdepeñas para despedir a la misión y obligaron a realizar  varias sesiones no programadas.

 Lar-ami


6 respuestas a “Misión pedagógica en Alpedrete”

  1. El joven paralítico era mi Tío Abuelo Patricio Eguia Nogal, que como cuenta la crónica vivía en el molino del arroyo Reduvia con sus 8 hermanos mas los padres. Hay que ver el molino, con no más de 45m2. Probablemente esta misión pedagógica despertó aún más el talento innato del Tío Patre para la música y para la fabricación de todo tipo de artefactos, llegando a fabricar con muy escasos medios sus propios instrumentos musicales. Todo ello le hizo muy popular y querido en el pueblo. El popular dulzainero era su padre Felix Eguia, sobre el que recientemente un musicólogo hizo una entrevista a mi Tía, que aún recuerda muchas de las canciones que tocaba y cómo fabricaba sus dulzainas.

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