La Ribera, abundante en aguas y protegida por las estribaciones de la Sierra de Ayllón, goza de un microclima templado impropio del clima continental del centro del país. Aquí las calores del verano solo se aprecian en las horas centrales del día, tan tenue que el aire acondicionado brilla por su ausencia.

Las noches son frescas; conviene llevar una chaquetilla al salir de casa y la colcha se hace imprescindible para dormir. El cielo muestra con claridad su panoplia de estrellas mientras llega nítido el canto de grillos y lechuzas.

 Me gusta el verano porque los días se alargan y dispongo de más tiempo para mi afición favorita: sobrevolar La Ribera en busca de rincones con encanto y disfrutar del paisaje a vista de pájaro. Los tonos rojos y verdes característicos de la tierra se ven enriquecidos por el colorido de los huertos a orillas de ríos y arroyos.

Nuestros pueblos adquieren vida. Se celebran fiestas patronales, se recuperan las tertulias en los poyos de plazas y calles, se consolidan relaciones entre vecinos que no se ven por meses,… Y empieza la temporada de baños en pozas de ríos y arroyos, lejos del bullicio de la playa, con sombra natural y en parajes de una belleza singular.

¡Yo que tu no me lo perdería!

Lar-ami