… manos expertas harán un cesto. Y ningunas como las de Vitoriano El Gallo, hombre de Puebla de Valles sin tierra propia, trabajador incansable y versado en mil oficios. Todos los necesarios para sacar adelante una familia de seis miembros en los difíciles años de la República y la Posguerra.
Las orillas del Jarama siempre fueron ricas en mimbre, si bien de calidad media. Vitoriano cortaba un buen haz que subía a Puebla de Valles y lo ponía en remojo en arroyo (ó en el pilón), para que ganase flexibilidad. En las noches de invierno, sentado frente a la chimenea y rodeado de la familia, trenzaba varetas hasta que surgía el cesto mientras contaba historias a los niños.
De sus manos maestras, previo encargo, nacían canastillas para la costura, cestillos para las niñas, canastos para la vendimia y los huertos, cestos de diferentes tamaños según el uso (huevos, tomates) y garrafas forradas de mimbre (así se evitaba la rotura del vidrio). El precio variaba según el cesto pero generalmente se hacía trueque. Cuando no había encargos, la producción se guardaba para luego venderla.
Si bien enseñó a algunos vecinos, el oficio está perdido, aunque hay un intento de recuperar estos conocimientos sobre el mimbre. Se conservan creaciones de El Gallo en muchos pueblos de La Ribera, algunas con más de 70 años y de bella factura.
Lar-ami